Amo el color. Amo el color en todos sus aspectos. Amo toda las gamas cromáticas, la de Goethe, la de Newton y el espacio de color CIE1931. Amo todas las teorías derivadas del mismo, la luz y la ausencia de ella. La mezcla, el color puro, el espacio RGB y el CMYK.
Puedo decir que no podría vivir sin él.
Disfruto mirando como cambia de color el cielo y como el árbol de mi jardín varía los tonos de las hojas dependiendo de la época del año.
Disfruto descomponiendo en tonos cromáticos e imaginando como sería mi alrededor si tuviera otro color que no es el suyo. Imagino naranjas azules, tomates morados, el cielo verde limón... Fantaseo coloreando mi alrededor, y a menudo me encuentro a mi misma absorta mirando la cantidad de tonos que puede llegar a tener cualquier insignificante cosa.
Es por esto que mi mente ha entrado en catarsis al ver el trabajo de este señor. Con una paleta de color extrema llena de colores puros, Winston Chmielinski hace lo que quiere con ellos. Es capaz de representar la realidad mas extrema a base de enérgicos trazos de pincel, sin miedo alguno a poner el color que le apetezca , donde, cuando y como le apetezca.
A mí el trabajo de este hombre me parece una barbaridad. Mi cerebro echa chispas, y los conos y bastones de mi retina entran en éxtasis al recibir la longitud de onda que las obras de Winston crean, haciendo que el efecto fotoeléctrico resultante sea la fiesta del color en mi cortex.
Una maravilla, una maravilla, repito, una maravilla.
PD: El "color carne" debería desaparecer de la faz de la tierra.
